REDACCIÓN.- Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, insiste en que los miembros de la OTAN aumenten sus gastos de defensa, el Pentágono despilfarra grandes sumas de dinero en objetos de uso cotidiano.
Por ejemplo, un escuadrón de la base aérea Travis (California, EE.UU.) ha gastado 56.000 dólares en tres años para remplazar tazas de metal especialmente diseñadas para recalentar líquidos en vuelos largos, 1.220 dólares por cada una: tan solo en 2018, la Fuerza Aérea estadounidense ya ha empleado 32.000 dólares en 25 de esos recipientes.
Cuando el Pentágono firma un contrato no suele exigir derechos sobre los datos y eso permite a los contratistas cobrar grandes sumas por sus reparaciones y repuestos, según ha explicado Dan Grazier, miembro de la organización sin ánimo de lucro Project On Government Oversight y antiguo marine.
En mayo, el subsecretario para Adquisición, Tecnología y Logística de la Fuerza Aérea estadounidense, Will Roper, explicó por qué adquirir un asiento de inodoro nuevo para un avión C-17 cuesta 10.000 dólares: “No cuesta tanto”, pero para que una compañía “fabrique esta parte para nosotros tienen que interrumpir su producción” y, por tanto, “perder ingresos y beneficios”.
Este caso atrajo la atención de Chuck Grassley, senador republicano por Iowa, quien escribió al inspector general adjunto del Departmento de Defensa, Glenn A. Fine, que “no hay manera de justificar ese precio”. Esta semana, la Fuerza Aérea de EE.UU. ha anunciado que ya ha empezado a imprimir asientos de inodoro en 3D en lugar de pagar 10.000 dólares para remplazarlos.
El problema con las tazas también podría estar cerca de resolverse. Aviadores del programa de innovación Phoenix Spark trabajan para lograr asas con un diseño diferente, una modificación que alargaría su duración y permitirían ahorrar miles de dólares: si tienen éxito, el Pentágono podría imprimir en 3D repuestos por unos 50 centavos.
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